IMPERTURBABLE
POR LA SEÑORA 9 MUERTE
Tengo el don para el amor,
vivo en la película de un
domingo eterno en una
playa desierta,
mi vida es una eterna
pandemia,
en dónde un año
se convierte en horas,
Y un día hace parecer
un mes,
en dónde dos semanas
parecen una narrativa salvaje
de lo bien que puede llegar
a ser la vida con alguien.
Como si no pudieramos
estar siempre solos
desde que nacemos
y hasta que morimos,
tal vez por eso he sido
siempre adicta
a enamorarme,
porque en el fondo
nacemos para estar en compañía,
se transpira por la piel querer
tocarnos,
¿pero cuál de todas las emociones
y de las conexiones
con el otro
realmente son genuinas?
aquellas que se sienten
en la boca del estómago
y nos hacen querer vomitar,
las que nos noquean
una tarde de primavera
o una mañade verano,
la que nos aceleran el corazón
con una mirada,
la que nos reconfortan con un
abrazo,
este mundo tan confuso
que nos lleva a elegir
con el dedo a una persona que parece
perfecta,
mientras el amor se diluye
como agua,
el amor líquido se evapora y flota
como si el otro también
pudiera ser elevado.
El fast sex puede confundir
el corazón
y al final todo es un muy buen
márquetin.
Seguro si hay amores elevados,
pero yo prefiero amores tierra,
de esos de los que emergen
árboles eternos
los que viven en
el cielo y las profundidades,
los que no tienen miedo de
la oscuridad
o ser calcinados por
la luz,
¿me preguntó cuántas veces
no escuchado decirme
de la persona con la que salgo
un “conocí alguien más,”
y en ese momento me transformo,
ya no soy protagonista en una historia
de amor,
ahora tengo que compartir a quien amo
con alguien más,
y todos sabemos que el amor para compartirse
tiene que ser libre,
y el único amor realmente libre
es el que no es dueño de nada
sino de si mismo.
Vivo en un bucle infinito,
pero la historia es la misma,
y yo sé que no hay nada
malo conmigo,
pero a uno le rompe el corazón
cuando lo regala completo,
cuando abre las puertas de un muro
Hecho de hielo,
el amor desase el hierro más duro
que pueda forjarse,
el amor es un viajero
intergaláctico
que nos acerca,
o que nos aleja.
El amor nos derrite,
nos funde,
y nos enloquecen,
nos hace querer probar
lo inimaginable.
Decirlo es fácil, fácil como
pensar que la posibilidad de mirarte
a los ojos en medio
de millones de personas
no fuera especial,
me ubico entonces
somos siete millones de humanos
14 millones de ojos mirandose.
Y mirarme a mi,
y mirar al otro no es suficiente,
y mirarnos y atravesar tu iris
para ver la profundidad
de tu vida
en ese vacio Oscuro.
Tal vez no fue tan especial para ti
como lo será para mí
eternamente,
de todos esos dos pares de ojos,
siempre habrá alguien más que
también pueda mirarnos,
duele el corazón cuando
no es correspondido,
duele el corazón cuando
queremos comernos
el mundo
con otro pero ese otro no
quiere comer lo mismo.
Entonces siempre estará ese muro
para dividir
lo que está fuera de mi
y no puedo cambiar,
el muro es mi piel que ya no podrás
tocar.
Son mis labios que ya no podrás
besar.
Es mi voz que no podrás
escuchar.
Serán mis ojos que no podrás
mirar.
Será mi perfume que no podrás
oler.
Ni el sabor de mis pechos que no podrás
probar.
Un océano entero de posibilidades frente a ti,
y yo no hábito ningún océano.
Soy una mujer de rio
que se desvanece con el fluir
de la corriente,
me pierdo entre tanta agua salada.
Pero me resisto siempre a dejar seguir siendo
agua dulce.
De nuevo levanto esa barrera
impenetrable.
Mi muro siempre será de hielo.
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